SAN AGUSTÍN

Agustín nació en Tagaste de Numidia (en la actual Argelia) el 13 de noviembre del 354. Hijo de padre pagano y madre cristiana, Santa Mónica. De inteligencia clara hizo los estudios primarios en Tagaste. Crece en un ambiente plural.

Pronto quiso desgranar las preguntas de la vida y su afán por experimentarlo todo le llevó a la perplejidad y al desasosiego. Mónica le acompañó de cerca, como una sombra saludable, porque sabía bien que asistir insensible a los desvaríos del hijo era silencio culpable.

Prosiguió los estudios en Madaura, dedicado a la lectura de los libros clásicos griegos y latinos. En Cartago le esperaban los estudios superiores. Es aquí donde se manifestó en él una clara vocación intelectual. Con el título en su haber inició la experiencia de profesor en Tagaste y Cartago, desde donde pasó a Roma, donde ejerció la cátedra de Retórica. Accedió a la cátedra de Milán, donde estaba la corte.

El itinerario religioso de Agustín pasó por la relación con distintos grupos. Pero la lectura de la Biblia, los consejos de su madre y los sermones de Ambrosio (San), obispo de Milán, le llevaron al puerto de la conversión el año 386. Recibió el Bautismo la noche pascual del 24 al 25 de abril del 387.

Fue ordenado sacerdote en Hipona. Sucede a Valerio + como obispo de Hipona y participa en distintos Concilios y Sínodos de la Iglesia de África. Muere en Hipona el 28 de Agosto del 430, después de haber fundado monasterios, predicado con ardor la palabra de la salvación y escrito un gran número de libros que son todavía hoy fuente nutricia para el pensamiento cristiano.

Benedicto XVI afirmaba: “El itinerario intelectual y espiritual de Agustín representa un modelo de la relación armónica que debe existir entre la fe y la razón. Esta armonía significa, ante todo, que Dios está cerca de todo ser humano, cerca de su corazón y de su razón. Esta presencia misteriosa de Dios puede ser reconocida en el interior del hombre, porque como decía Agustín: Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti… … Ante la pregunta, ¿qué es lo que San Agustín puede decir al hombre de hoy?, se podría contestar con estas palabras de una carta escrita después de su conversión: Me parece que se debe llevar a los hombres a la esperanza de encontrar la verdad; esa verdad que es Cristo mismo”.

Hoy, los restos de San Agustín se veneran en la Basílica de San Pedro in Ciel d’Oro de Pavía (Italia). Benedicto XVI visitó este lugar y allí se refirió a las tres grandes etapas o tres conversiones de San Agustín:

La primera conversión fue el camino interior hacia el “sí” de la fe y del bautismo. Agustín fue siempre una persona inquieta. Quería encontrar la vida verdadera y no vivir a ciegas, sin sentido, sin meta. La gran lucha interior de sus años juveniles fue conocer a Dios, familiarizarse realmente con Jesucristo y llegar a decirle “sí” con todas las consecuencias.

La segunda conversión de Agustín hay que situarla en el año 391, cuando aceptó ser Sacerdote como servicio a la Iglesia.

Hay una tercera etapa decisiva en el camino de conversión de san Agustín. Unos veinte años después de su ordenación sacerdotal, Agustín escribió un libro titulado Retractaciones, donde revisa, de modo crítico las obras que había publicado y añade algunas enmiendas. Escribe: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden es la oración diaria de la Iglesia”. Agustín había aprendido la humildad y la misericordia.

San Agustín escribe en sus Confesiones: “Fuimos bautizados y se desvaneció de nosotros toda inquietud por la vida pasada” (IX, 6, 14).

Agustín, alejado de las tinieblas del error se convirtió en un auténtico enamorado y seguidor de Cristo, “belleza tan antigua y tan nueva”. Su conversión nos impulsa también a nosotros a una conversión continua.

.